jueves, 28 de abril de 2011

HABLADURÍA O ESCRIBIDURÍA

La busqueda de Heidegger va al encuentro de un “genuino comprender”. El genuino comprender no se encuentra en las habladurías o escribidurías. La diferencia básicamente radica en que:

Las habladurías: a) Cierran y encubren los entes intramundanos, b) Descartan y retardan las preguntas de un modo peculiar (por cuanto asumen haberlo comprendido todo); c) Es un modo existencial de desarraigo que no es un estado ante los ojos. Y nos dice Heidegger que “constituyen la forma de ser del comprender e interpretar del ser-ahí cotidiano”. En las habladurías el “uno” traza por adelantado el encontrarse determina lo que se ve y como se ve.

No se mientan las habladurías en sentido despectivo, de acuerdo con Heidegger, porque además constituyen la más cotidiana y obstinada realidad del existente. Sin embargo lo genuino se entiende tomando en cuenta su negación. Y lo no genuino en donde flota el existente de las habladurías y escribidurías no es precisamente el idilio filosófico y aquí puede dudarse de si no se aborda en sentido despectivo. No es despectivo si se toma en cuenta que es un modo de ser del dasein cotidiano y que nunca logra por entero desprenderse de la habladuría.

Allende lo anterior, me llamó poderosamente la atención, el tratamiento del lenguaje, porque indica que alberga en si un estado de interpretada de la comprensión del ser ahí que distribuye las posibilidades del comprender del término medio y del correspondiente encontrarse. En la habladuría el lenguaje es el que piensa. Y en este habita una comprensión del ser ahí, que tiene que ver con su existencialidad. Es necesario pensar el lenguaje, para que el habla no sea habladuría y para que la comunicación tenga un sobre que del habla para que comunique la primaria relación del “ser relativamente al ente de que se habla”. El uno habita ya en el lenguaje. Esto constituye una mordaz crítica al lenguaje y a la comunicación. Se habla sin referente. Sin previa apropiación de la cosa.

Y que difícil además para las ciencias sociales, para la historiografía, para la sociología, para la psicología, para la psiquiatría, en las que no hay ente ante los ojos enteramente. Pero en general, el ente ante los ojos está medio oculto, y la visión está obnubilada por lo que la habladuría siempre habita. ¿Y no se hace la religión habladuría pura con la fuerte frase de “las habladurías son la posibilidad de comprenderlo todo sin previa apropiación de la cosa”? Para que no fuesen, tendría que deshacerse la pretensión de comprenderlo todo en principio. Y luego, el ENTE tendría que estar en alguna medida ante los ojos. Pero esto es imposible.

Pero por otra parte, lo que finalmente buscamos es como se decía al principio, el genuino comprender; teniendo sumo cuidado en el lenguaje y en el habla. Esto para que el habla abra y no cierre, para que permita mantener patente el “ser en el mundo” en una comprensión articulada.

El habla parece una existencia propia de científico extravagante, para nada viable que quizás se suaviza si se toma en cuenta que el genuino comprender es el genuino comprender de algo, pero en ese algo hay otra cosa que queda oculta o que se oculta por la habladuría o pre-comprensión dentro del lenguaje.

Christian

viernes, 8 de abril de 2011

REFLEXIONES SOBRE HEIDEGGER

Pensaba, a propósito de las dicotomías que Heidegger convierte en vetustas, como la relación usual entre sujeto y objeto, o la que comentábamos en la última clase de razón y sentimiento, que esto constituye una cuestión de la que asombrarse. Brilla en sus análisis una maestría en el análisis fenomenológico. Me llama la atención esa recuperación de la cotidianidad que constituye la pre-comprensión del ser. Bien dice que cuando preguntamos, algo sabemos de lo que preguntamos, tenemos una comprensión, quizás sin reflexión, que es el punto de partida para penetrar de lo óntico a lo ontológico. No se trata de que para comprender debo alejarme del ente; contemplarlo y meditar día y noche sobre su ser, sino más bien, hacer que no solo lo óntico, sino lo ontológico esté cercano. Esto sería una conciencia de lo cercano, que no sea solo cósica.

Respecto a los modos frente a la indiferencia: Esta parte prima face me suena demasiado clásica. Como si recurriera al fetichismo de toda la filosofía: la iluminación. El mundo verdadero, que en este caso es accesible a los filósofos, a los fenomenólogos. Aunque es fascinante la unidad de la comprensión (inteligente-sentiente). Pero ¿no es notorio el acendrado cerebralismo en la filosofía de Heidegger? Claro que se trata de formular las cosas como son, y ese es el descubrimiento. Pero ¿realmente es tan evidente? En las separaciones, en la elaboración de categorías, por ejemplo espíritu-alma-cuerpo no se entiende necesariamente que estemos así escindidos sino más bien los distintos modos en los que somos, porque la borrosidad de las categorías, por su asidero suficiente, nos guía solamente a la incomprensión. ¿Es tan evidente que el sentimiento es inteligente y que la inteligencia es sentiente? ¿No hay momentos en los que “algo” dice que hay que hacer de una forma y “algo más” que hay que hacer de otra? Pero aparte de eso, que lo propio e impropio sean modos frente a la indiferencia quiere decir que lo indiferente es el modo de ser “normal” y que siempre se está en el juego de lo propio e impropio, es decir que entre la propiedad hay impropiedades y entre las impropiedades cierta propiedad. Creo adicionalmente que el saber filosófico localiza bien el problema del “UNO” como lo hace Heidegger también. Pero no estoy por otra parte seguro de que provea una solución, pues también dicho saber tiene legalismos e ilegalismos arbitrarios; inclusive, lo “UNO” a veces es lo “UNO nada más por la cerrazón del lenguaje y las categorías filosóficas.

He pensado además si no se acentúa demasiado nuestro carácter gregario en la filosofía de Heidegger. Claro que somos-en-el-mundo, que somos con los otros, y que somos “sujetos”, pero lo gregario es insuficiente para el Da-sein. A veces lo gregario es la condena. O es la condena y la posibilidad.

Y finalmente me interpelaba la posibilidad de esa relación con la naturaleza que no es la relación del existente con un ser-a-la-mano. En la que no es mundo.

Christian