Pensaba, a propósito de las dicotomías que Heidegger convierte en vetustas, como la relación usual entre sujeto y objeto, o la que comentábamos en la última clase de razón y sentimiento, que esto constituye una cuestión de la que asombrarse. Brilla en sus análisis una maestría en el análisis fenomenológico. Me llama la atención esa recuperación de la cotidianidad que constituye la pre-comprensión del ser. Bien dice que cuando preguntamos, algo sabemos de lo que preguntamos, tenemos una comprensión, quizás sin reflexión, que es el punto de partida para penetrar de lo óntico a lo ontológico. No se trata de que para comprender debo alejarme del ente; contemplarlo y meditar día y noche sobre su ser, sino más bien, hacer que no solo lo óntico, sino lo ontológico esté cercano. Esto sería una conciencia de lo cercano, que no sea solo cósica.
Respecto a los modos frente a la indiferencia: Esta parte prima face me suena demasiado clásica. Como si recurriera al fetichismo de toda la filosofía: la iluminación. El mundo verdadero, que en este caso es accesible a los filósofos, a los fenomenólogos. Aunque es fascinante la unidad de la comprensión (inteligente-sentiente). Pero ¿no es notorio el acendrado cerebralismo en la filosofía de Heidegger? Claro que se trata de formular las cosas como son, y ese es el descubrimiento. Pero ¿realmente es tan evidente? En las separaciones, en la elaboración de categorías, por ejemplo espíritu-alma-cuerpo no se entiende necesariamente que estemos así escindidos sino más bien los distintos modos en los que somos, porque la borrosidad de las categorías, por su asidero suficiente, nos guía solamente a la incomprensión. ¿Es tan evidente que el sentimiento es inteligente y que la inteligencia es sentiente? ¿No hay momentos en los que “algo” dice que hay que hacer de una forma y “algo más” que hay que hacer de otra? Pero aparte de eso, que lo propio e impropio sean modos frente a la indiferencia quiere decir que lo indiferente es el modo de ser “normal” y que siempre se está en el juego de lo propio e impropio, es decir que entre la propiedad hay impropiedades y entre las impropiedades cierta propiedad. Creo adicionalmente que el saber filosófico localiza bien el problema del “UNO” como lo hace Heidegger también. Pero no estoy por otra parte seguro de que provea una solución, pues también dicho saber tiene legalismos e ilegalismos arbitrarios; inclusive, lo “UNO” a veces es lo “UNO nada más por la cerrazón del lenguaje y las categorías filosóficas.
He pensado además si no se acentúa demasiado nuestro carácter gregario en la filosofía de Heidegger. Claro que somos-en-el-mundo, que somos con los otros, y que somos “sujetos”, pero lo gregario es insuficiente para el Da-sein. A veces lo gregario es la condena. O es la condena y la posibilidad.
Y finalmente me interpelaba la posibilidad de esa relación con la naturaleza que no es la relación del existente con un ser-a-la-mano. En la que no es mundo.
Christian
Buenos puntos, que me dan la pauta para ofrecer algunas precisiones (?):
ResponderEliminarEn efecto, opera Hd una cierta "recuperación de la cotidianidad" como punto de partida para la reflexión filosófico-fenomenológica, el carácter de la cual será, por cierto, interpretativa ("hermenéutica de la facticidad" es otro nombre que le da a este tipo de análisis). Que se necesita interpretación lo hace evidente problemas tales como el que señalás vos mismo cuanto preguntás: "¿Es tan evidente que el sentimiento es inteligente y que la inteligencia es sentiente?". Ni esto ni muchas otras cosas son "evidentes" EN la cotidianidad tal cual, que en las concepciones y mentalidades prevalecientes (del "uno") ya ha respondido todo casi, por ejemplo con conceptos y relaciones como cuerpo-alma-espíritu.
Ahora bien, la interpretación de la cotidianidad, que manifiesta una pre-comprensión (o varias) de ser, no depende ni busca ir a parar en una "conciencia". No se parte de un darse cuenta "iluminista" (como lo llamás) o de un dar cuenta de tal darse cuenta. No porque éste no se de o no valga nada, sino porque es muy limitado y distorsionador: nuestro famoso marcador no es comprendido sobre la base de (o para) la conciencia que podamos tener de él, sino desde su uso y por su uso, para el que ciega la conciencia que enfoca y aísla encerrando en una relación polar sujeto-objeto. El "mundo verdadero" (pronto veremos que esto significa: la esfera abierta de relaciones y sentido en que ya nos movemos y vivimos siempre) está literalmente, para Hd, al alcance de la mano (zu Hand, to hand, handy). Teorizar o dar cuenta conceptualmente de él es cosa de la filofía, pero no como doctrina de gente peculiarmente iluminada sino como descripción fiel de los fenómenos, deconstrucción de sus distorsiones y explicación en su unidad compleja. En la medida en que para ello se usa la razón y el lenguaje racionalmente articulado, tenés razón en lo del "cerebralismo" de Hd; no obstante, éste no puede ser tan "acendrado" que digamos, seña de lo cual es la reputación de irracionalista de que goza, por el peso que concede a los temples anímicos y por cierto decisionismo en su ética-política.
A propósito de esta última, llevás razón en intuir su relación con los modos de la indiferencia, la impropiedad y la propiedad, pero todo esto hay que verlo despacio, dado el hecho de que estamos aquí ante caracteres esenciales del existir, que en cuanto esenciales no desaparecen sino sólo se modifican. Como vos decís, "siempre se está en el juego de lo propio e impropio" --más aún: como veremos, prevalece siempre una cierta indecidibilidad acerca de cuándo y hasta qué punto existimos indiferente, impropia o propiamente. Con todo y sus "negatividades", el uno no es un problema a ser resuelto porque es como ya siempre somos y seremos... Dicho sea de paso, es con esta problemática, y no tanto en una relación aparentemente antitética razón-sentimiento, que tiene que ver el fenómeno que mencionás en términos de los "momentos en los que “algo” dice que hay que hacer de una forma y “algo más” que hay que hacer de otra"... Pero esto da para mucho más que lo que en este espacio tenemos, y que ya alargué mucho, para variar.