lunes, 14 de marzo de 2011

El ser

Gustavo Yela
¿Porqué el ser y no la nada?    Hace rato que en Guatemala percibimos, captamos (tenemos la sensación) del no ser –del no bien-  del no sentido; como que la nada campeara, como que el no-ser, el no-sentido quisiera seguir no siendo permanentemente y eso porque los no-partidos políticos, el no-sistema económico, la no-moral del poder económico y la no-participación del no-pueblo nos propusiéramos fabricar ausencia de ser y de sentido, de justicia y de paz; como que a la manera que lo dice San Agustín, existiera una causa deficiente en lugar de una causa eficiente y entonces nuestra no-vida hace buen rato que se devana en  la nada.  Y como que la nada al nadear permanentemente hubiera tomado carta de nacionalización, sin embargo como es nada no obra eficientemente sino que de- construye, desanima, destruye, debilita, desdimensiona, desmarca, sirve de nada.
Si echamos un vistazo a los diferentes campos, por ejemplo, al de la educación, la nada desistematiza lo nunca sistemático, se desaprende permanentemente, se desdibuja un posible sentido del que-hacer educativo y el no ser del no-conocimiento como que campeara irónicamente en una sociedad que tanto necesita de reflexión y de conocimiento.
Y no digamos el no ser del no-desarrollo humano como que hubiera encontrado el ámbito y las condiciones apropiadas para no-ser, para no desarrollar; como que percibiéramos el misterioso caos de la nada y como que los guatemaltecos en medio del no-desarrollo nos hubiéramos acostumbrado a ese no-ser, a esa no-realidad amorfa y desintegrante que propicia la no-vida.  
Así que los guatemaltecos cuando se nos habla de la nada, ya estamos familiarizados con el nadear de la nada, con el sin sentido existencial, con el sin identidad nacional, con  la no-paz, la no-justicia y el no-equilibrio económico del no ser social y por si fuera poco hasta el no ser futbolísticamente contribuye a querer no ser guatemaltecos.
De tal manera que la pregunta en nuestro medio se invertiría: ¿porqué la nada y no el ser?.
Si el ser apenas es,  si el ser tiene tan poca oportunidad de ser.  ¿porqué el ser ha perdido su lugar?   Y cuando se dan algunos alcances, logros y alegrías, luego se desvanecen con el no ser de la violencia, con el no ser de la corrupción y el no ser, en  medio de la inconsistencia y del dramatismo.
A tal extremo que hasta podríamos burlar las categorías ontológico-epistemológicas y sin temor a fallar podríamos afirmar que el no-ser ya es, en nuestra región; que estamos tan habituados al no ser que ya lo categorizamos, que ya el no ser nos es familiar y que hasta necesitamos de ser no-ser, en esta sociedad que la hemos hecho hija del no ser.
De tal manera que podríamos decir dramáticamente que el no ser campea sarcásticamente sobre lo que aún queda de ser.
Entonces, así  las cosas, el no ser ya es; el no ser de la actitud mental, el no ser de la voluntad, el no ser de la democracia, el no ser de la desconfianza en  nosotros mismos y en los demás, especialmente de los que han promovido el no ser; por ejemplo el no ser de una Iglesia desdibujada de cristianismo, el no ser de los políticos sin bien común, el no ser de los empresarios egoístas e insensibles y el no ser de la población maltratada y escéptica.
Sin embargo y con toda esta panorámica desoladora: ¡el ser ahí está! permanece, tal vez la sensación del no ser nos inunda, nos angustia, nos desequilibra y hasta nos hace pensar que el no-ser es.  Posiblemente esa sensación frustrante del no ser nos desilusione y nos haga decaer.  Pero caemos en la cuenta de que el no-ser lo sufrimos y lo percibimos porque precisamente existe el ser.   Y el ser humano tiende y busca al ser, más que al no ser.  y muchas veces motivados por la experiencia del no ser buscamos con mayor esfuerzo al ser.  Y esa podría ser nuestra oportunidad; que cansados del no-ser, hartos del no-ser, buscáramos al ser. Y lo interesante sería que esa debilidad, esa carencia del no ser se convirtiera en el impulso y en la mística para aspirar al ser.  Y en esa búsqueda del ser posiblemente nos vamos percatando realmente de que el no ser no es y que  a veces nos dejamos invadir de esas categorías de no ser; pero en realidad lo único que realmente es, es el ser y que ese ser conlleva lo grande y lo pequeño, lo bello y lo feo, la justicia y la injusticia, el amor y el odio, la riqueza y la pobreza y que todas son facetas del ser y que el ser está ahí, rodeándonos, abarcándonos, envolviéndonos y dándonos la oportunidad para que le descubramos y para que el sentido vuelva a tener sentido.
Y entonces el ser sigue teniendo vigencia, sigue siendo lo que siempre ha sido: el ser.  Y nos percatamos de que el no-ser es no-ser pero porque hay y existe el ser.
Por lo tanto el ser de la justicia, del equilibrio económico, de la paz, del conocimiento, de la democracia son posibles, sólo basta que los descubramos y nos propongamos construirlos y que más bien la profunda experiencia del no-ser sea nuestra más grande motivación para permanecer en el ser; aunque de momento y de muchos momentos no aparezca ni parezca el ser.
Es importante que todos los signos de ser como la justicia, la paz, la solidaridad, etc. que esos signos aunque sean escasos o los percibamos poco, es importante que nos afiancemos a esos destellos de ser para ir haciendo el camino que hemos desandado.
Y realmente qué espectáculo sostiene el ser con todos los entes, qué diversidad, qué fascinante y apasionante el mundo de los entes y el ser que  les da la entidad de ser a esos entes.   Realmente vale la pena estar formando parte de esa constelación de seres y además, de ser los seres que interpretan, analizan y dan sentido al resto de los demás seres.   Cuanto valor, cuanto sentido, cuanta armonía, como una gran orquesta en donde cada uno emite las  ondas complementarias de unos para con otros, formando así el maravilloso espectáculo del ser.
Y es tan interesante el mundo de los entes que el  común de los mortales se entretiene toda su vida en determinado ente: el ente social, el ente psicológico, el ente natural, el ente religioso, etc. y consagra todas sus energías para estudiar su propio campo.   Sólo algunos seres extraños, llamados filósofos, como que estuvieran hechos de otro material, se detienen a pensar que no sólo existen los entes sino que también el ser y, es más, ese ser, es el que fundamenta a los entes.
Pues bien, si el ser es el fundamento de los entes y los entes son tan apasionantes; cómo entonces será la experiencia fundante y trascendental del encuentro con el ser y entonces, tienen razón los filósofos de dejarse impresionar por el ser; porque comprendiendo, experimentando o intuyendo el ser, la totalidad, se puede comprender y disfrutar también a cada ente, porque el ser fundante posibilita y apertura  la disposición  y actitud filosófica de comprender mejor cada uno de los entes, por pequeños que parezcan.
Y entonces, ahora sí, a la pregunta  ¿Por qué el ser y no la nada? ya podemos intuir la posible respuesta, incluso  ya lo mencionamos al decir que el ser es el fundamento de todo, de que el ser es el que le otorga consistencia ontológica a los entes; por tanto los entes necesitan del respaldo del ser para poder ser lo que son.   La entidad de los entes no posee autonomía sino que necesitan del ser para poder ser y porque ellos son, el ser es.
Y entonces podríamos preguntarnos ¿Por qué los entes? Y la respuesta obligada sería: porque ahí está el ser.
Si está el ser y están los entes no falta nada, la nada no hace falta porque la nada, nada es, por tanto es un conglomerado de seres, una fiesta de sentido, es una explosión de plenitud, porque cada ente goza de la entidad necesaria del ser para poder ser;s en conclusión, nosotros seres humanos, al detener nuestra mirada en el cosmos, podemos tener una sensación de serenidad porque el ser es.

1 comentario:

  1. Buen esfuerzo de sistematización y expresión de lo esencial y de "toque a tierra" con la realidad nacional... Eso sí, ojo con la siempre difícil de evitar (gramaticalmente tanto como en la comprensión) hispostatización (= subjetivización ontológico-gramatical) tautologizante o contradictoria: "el (no-)ser es", "el (no-)ser existe"... No obstante, buen impulso el de la primera parte por ahondar en la diversidad de negaciones y denegaciones del ser cifradas en la nada o no-ser.

    Tanto o más que los equívocos por ambigüedad de la terminología (o por cercanía esencial pero oscura e inexplicada), es típica y quizá inevitable (¿esencial?) la colusión de "ser" y "bien": el ser como lo bueno (también lo verdadero y lo bello, los trascendentales escolásticos). El mito de la caverna, especialmente la parte del estar afuera, provee buenas pistas para comprender mejor, aunque no a cabalidad, la identificación ser=bien (una vez más, confirmando que Platón nunca está de más o que, como dice Hegel (creo, o Nietzsche), toda la historia de la filosofía no es más que notas al pie de páginas platónicas).

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